Dios tocó mi corazón

Vuthy Nol-Mantia, Boston, EE.UU.

En el nombre del Señor Jesucristo testifico. Nací en Camboya, e inmigré a los Estados Unidos en 1981, cuando tenía nueve años. Desde 1975 hasta 1979 hubo un genocidio en Camboya: de los 6 millones de habitantes, 3,5 millones murieron en esos años. Cada día, gente moría de hambre o ejecutada –entre ellos mis parientes y seres queridos. Siempre me preguntaba “¿Qué clase de dios creó a la humanidad, para después permitir que muera así? ¿Cómo puede un dios así ser un dios bueno? ¿Acaso no ve que toda esta gente está muriendo?”

Luego de llegar a los Estados Unidos, comencé a tener pesadillas. Todas las noches soñaba lo mismo. Cinco espíritus me inmovilizaban: dos de ellos ataban mis manos, dos de ellos ataban mis pies y uno de ellos me estrangulaba. La pesadilla era tan terrible que tenía miedo de dormir y cuando crecí tomé dos o tres empleos porque no quería dormir. En todo este tiempo sentía temor y soledad. Cuando leí los dichos budistas que dicen que el mundo está lleno de sufrienmiento, realmente creí que así era.

Años turbulentos
Estuve buscando la verdad y a Dios durante toda mi vida, pero nunca dejé de sentir soledad en mi corazón. Me dije a mí mismo “debe haber algo mejor que esto en la vida.” En la universidad, fui a fiestas donde vi a gente bailando, bebiendo y divirtiéndose mucho. Pensé “¿así que esto es la felicidad, eh?” Entonces, en primer y segundo año de la universidad, salía a beber y bailar. Cuando iba a las fiestas, me subía al escenario y bailaba alocadamente. La gente clamaba mi nombre: “¡Vuthy, Vuthy!” Pero no hallé así la felicidad. Finalmente me dije: “este no es el camino.”

Estuve a punto de dejar la universidad en segundo año. Cuando me di cuenta lo que me estaba sucediendo, empecé a comportarme un poco durante mi tercer año, pero seguí sintiéndome solo. Pensaba que cuando terminara la universidad, encontraría un empleo y podría ganar algo de dinero, y eso me haría feliz. Sin embargo, después de graduarme y conseguir un buen empleo, mi corazón seguía sintiéndose vacío.

Buscando la verdad
Durante este tiempo, seguía tratando de encontrar la verdad, pero sin tener éxito. Por un tiempo asistí a una iglesia cristiana, en donde me bauticé por primera vez. Pero Dios no me conmovió y no vi a Dios en esa iglesia, entonces dejé de ir. Después, mi madre me llevó a una iglesia ortodoxa griega, en donde me bauticé por segunda vez. Me dormía cada vez que asistía a esa iglesia, porque hablaban en griego y no entendía nada de lo que decían.

Luego de ir a esta segunda iglesia pensé “olvídalo, Dios no existe” y me concentré en el trabajo de mi agencia. Una mujer que trabaja allí pertenece a La Verdadera Iglesia de Jesús. Cierto día ella vio la Biblia que yo tenía sobre mi escritorio y me invitó a asistir a un estudio bíblico. Pensando “¿por qué no? No tengo nada que perder,” fui a ese estudio bíblico. Al final, cuando se arrodillaron y oraron en lenguas, me asusté bastante.

Pienso que una de las hermanas estuvo orando por mí, porque a la semana siguiente yo no veía la hora de ir al estudio bíblico. En esa reunión, sentí la conmoción de Dios. Empecé a asistir al estudio bíblico y luego a las regiones en la iglesia regularmente. Sentí que Dios estaba allí, si bien nos reuníamos sólo en una casa de oración. Comencé a orar sinceramente cada noche debido a que sentía que Dios me conmovía. Cada enseñanza de la Biblia que aprendía y llevaba a cabo se transformaba en realidad.

Dios tocó mi corazón
Una noche cuando dormía, el poder de Dios vino a mí y me dijo: “Vuthy, levántate y ora.” Entonces respondí: “está bien” y empecé a orar.

Dije “aleluya” y este poder entró en mí y empecé a hablar en lenguas y a llorar de gozo porque sentí el amor y la misericordia de Dios. Esta fue la primera vez que experimenté el gozo en mi corazón, y supe que venía de Dios. En esa oración Dios hizo que me mostró el tipo de persona que era yo y todas las cosas pecaminosas que había hecho en mis años en la escuela secundaria y en la universidad.

Mientras oraba, Dios me conmovió y me dijo “lee 1 Pedro.” Ni siquiera sabía donde quedaba la primera epístola de Pedro. Me levanté, prendí la luz y comencé a leer el primer capítulo de 1 Pedro. Al leer la Biblia, la palabra de Dios tomó vida, a tal punto de que me pareció verla en tres dimensiones. Todas estas palabras estaban llenas de vida, y realmente tocaron mi corazón.

Una batalla espiritual
Unos días después, mis pesadillas regresaron luego de haberse ido por varios años. Se trataba de lo mismo cinco espíritus, pero esta vez me estrangulaban con más fuerza. No podía respirar ni gritar. Pero dijo “en el nombre del Señor Jesucristo,” y se fueron.

Les pregunté a los hermanos y hermanas de la iglesia por qué seguía teniendo pesadillas a pesar de haber recibido el Espíritu Santo. Me preguntaron si aún tenía ídolos o estatuillas en mi casa. Efectivamente todavía tenía un pequeño buda, y me dijeron que debía tirarlo. Entonces, en el nombre del Señor Jesucristo lo tiré por el inodoro.

A la noche siguiente tuve otra pesadilla, pero esta vez sólo había un espíritu. Este espíritu grande y negro me estaba ahorcando y no podía ver su rostro. Esto me asustó bastante porque era algo nuevo. Dije “en el santo nombre del Señor Jesucristo” y empecé a estrangularlo yo. Logré librarme de él y entonces pude ver que su rostro esta carcomido y lleno de gusanos. De repente, el espíritu desapareció.

Otra vez le pregunté a la hermana de la iglesia por qué seguía con mis pesadillas. Yo no sabía qué daba origen a mis pesadillas, porque pensaba que ya no tenía nada en mi casa. Ella me recomendó revisar nuevamente. Por lo tanto busqué una y otra vez hasta hallar otro buda que mi madre me había regalado hace mucho. Había olvidado que estaba en mi alhajero. Una vez más, en el nombre del Señor Jesucristo, lo tiré por el inodoro.

La “práctica” de mi padre
Luego de bautizarme en La Verdadera Iglesia de Jesús, empecé a hablarle a mi padre acerca de Dios. Él tiene 73 años y desde que era un joven en Camboya practicaba hechicería. La gente del pueblo sabía que nadie podía matarlo disparándole o acuchillándolo. Cuando yo era niño me sentía orgulloso de eso, pero no lo creía realmente.

Cuando mi familia migró a los Estados Unidos en 1981 nos trataron terriblemente. Nuestra casa fue quemada dos veces. La segunda vez, mi padre salió y empezó a pelear con quienes habían iniciado el fuego. Uno de ellos trató de golpear a mi padre con un bate de béisbol, pero mi padre levantó la mano y partió el bate en dos. Luego de aquel episodio, empecé a creer que mi padre realmente realizaba hechizos.

La primera vez que mi padre asistió a una iglesia cristiana en Estados Unidos, se enfermó gravemente, a tal punto de que casi murió. Su “maestro espiritual” de hechicería le advirtió que lo mataría si seguía yendo a la iglesia. Por tanto, desde 1981 hasta 1999 mi padre nunca fue a la iglesia.

En junio de 1999 fui a pescar con mi padre. En ese entonces ya estaba concurriendo a las reuniones de La Verdadera Iglesia de Jesús con frecuencia. Creía que Dios existía y sentía su amor. Entonces me dije que era una gran oportunidad para hablarle a mi padre acerca de Dios. Le dije: “Nunca en mi vida te pedí que hicieras algo. Pero encontré a Dios, y quiero que vengas a la iglesia tan sólo cinco veces. Si después de estas cinco veces no sientes nada, no tienes que volver nunca.” Él respondió: “De acuerdo hijo, lo haré por ti.”

Esa misma noche, mi sobrina estaba en el cuarto de mi padre. De repente ella comenzó a gritar “¡abuelo, abuelo! ¡alguien está tratando de matarme!” Mi padre miró para todos lados pero no vio a nadie. Entonces se dio cuenta de que era obra de su maestro espiritual. Él me contó acerca de esto al día siguiente, pero le dijo que no se preocupara, porque Dios es omnipotente y sólo Él puede quitar la vida.

Desprendiéndonos de lo antiguo
El viernes siguiente en el estudio bíblico le pregunté a los hermanos y hermanas qué debíamos hacer con todos los artículos budistas en el cuarto de mi padre. Ellos me aconsejaron orar y deshacernos de ellos. Pero ¿quién se atrevería a entrar en su habitación y eliminarlo todo? Mi padre no lo haría, y yo no tenía suficiente fe como para hacerlo solo. Lo único que podíamos hacer era orar.

Gracias a Dios, mi padre vino a la iglesia el sábado. Luego de la oración, le pregunté qué sintió y me dijo: “sentí mucho frío y una sensación escalofriante en todos lados.” Pensé que eso no sonaba muy bien. Como era de esperar, descubrí que llevaba un buda alrededor de su cuello. Entonces le dije: “ése es el problema. Debes deshacerte de él y de todas esas cosas que tienes en tu habitación también, si es que quieres en verdad orara a Dios,”

Con la ayuda de Dios, mi padre se deshizo de todos sus artículos budistas, incluyendo su collar, y empezó a orar cada noche.

Una vida nueva
El día de reposo siguiente mi padre vino a la iglesia y se arrodilló a orar otra vez. Nunca le había dicho cómo se sentía el Espíritu Santo. Terminada la oración, dijo que sintió vibrar todo su cuerpo, y que se sentía muy bien. Di muchas gracias a Dios.

Durante esa misma semana, a mi padre le empezó a doler la pierna izquierda y no podía ni siquiera caminar. Él no podía entender por qué le estaba sucediendo aquello. Camino a la iglesia, me dijo: “si tu dios es el Dios verdadero, entonces que cure mi pierna.” Entonces pensé: “Lo tenemos, Señor.” Mi padre es una persona que guarda su palabra. Yo sabía que lo único que teníamos que hacer es tener fe y orar, y Dios lo sanaría.

Le dolió la pierna por una semana y una noche se despertó del dolor que sintió. En el instante en que se levantó sintió un poder que iba desde de pie hasta su rodilla, y pudo caminar. Me llamó y me contó lo que había sucedido y me puse realmente gozoso. Los hermanos y hermanas de la iglesia habían estado orando arduamente por él.

Cuando íbamos a la iglesia el sábado siguiente, me dijo: “Hijo, seguiré tu fe; ya le he dicho a tu madre que voy a seguir tu fe y a tu Dios.” De di gracias a Dios sinceramente. Mi padre había sido budista toda su vida, tal como sus abuelos y bisabuelos. Que él haya creído en Dios y que haya venido a la iglesia es un milagro.

Ahora mi padre, mi madre y mi hermano participan de las reuniones de día de reposo regularmente. El amor de Dios y su misericordia van más allá de mi imaginación. Cuando oramos con sinceridad y fe, todo es posible a través de Dios. Que toda gloria y alabanza sea a nuestro Señor Jesús.

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