Gozo
El hijo pródigo
De todas las parábolas que dijo Jesucristo, la parábola del hijo pródigo es quizá la más conmovedora. ¿Quién es el hijo pródigo? Lo encontramos lejos de casa, pobre, abatido, vagando en un mundo cruel. Resulta que hace un tiempo, dejó su hogar y al padre que lo amaba para viajar a una tierra distante y derrochar todo lo que tenía, para forjar su propio camino e intentar de encontrar la felicidad a través del éxito material y el placer. Pero no funcionó. Un día, el hijo pródigo se encontró trabajando de cuidador de cerdos. Había tocado fondo.
¿Suena esto conocido? A menudo, parece que tú y yo somos como el hijo pródigo. Quizá, en tu propia vida, trates de encontrar la felicidad en el éxito profesional, el dinero, o inclusive en causas idealistas o sociales. O quizá trates de aplacar el dolor de tu vida bebiendo, consumiendo drogas o a través de relaciones casuales. Sin embargo, en vez de encontrar el verdadero gozo, puede que seas tú el que ha tocado fondo.
Un reencuentro gozoso
Pero la historia no tiene que terminar allí. El hijo pródigo nunca se olvidó por completo de quién era y de donde provenía. Un día despertó de las ilusiones entre las cuales había vivido, alzó la mirada y al ver claramente por primera vez, resolvió a regresar a la casa de su padre. Y con ese despertar, emprendió el viaje hacia su hogar, a los brazos abiertos del padre que lo esperaba. ¡Cuán feliz fue ese reencuentro!
Lo más destacable de esta historia no es que el hijo pródigo añorara a su padre, sino que su padre lo había estado esperando a la puerta todo los días, mirando ansiosamente hacia el horizonte, buscando algo que le indicara el retorno de su hijo. Esto nos enseña una importante lección: sin importar cuánto añoremos al Padre Celestial quien nos creó, Dios nos añora a nosotros aún más.
¡Dios nos extraña!
Pensemos en esto por un momento: Dios nos extraña. De hecho, nos extraña tanto que vino a este mundo como un hombre, para entender por lo que pasamos, para sufrir con nosotros, y finalmente, para dar su vida por nosotros.
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3:16).
¡Imagina lo feliz que estarías si encontraras tu camino de vuelta a Dios! ¡Imagina cuán feliz estaría Dios al encontrarte de nuevo! La Biblia nos dice que los ángeles en el cielo se regocijan cada vez que una persona regresa a Dios (Lc 15:10). Esa persona podría ser yo, o podrías ser tú.
Encontrando el gozo verdadero
Querido(a) amigo(a), ¿buscas el gozo que es real y duradero? ¿Buscas más de lo que este mundo cambiante te ofrece? Por favor, dedica un momento a descubrir quién es Dios, a través de Jesucristo. Jesús puede transformar tu vida mediante su palabra viviente, que es la Biblia. Jesús puede estar contigo por siempre, a través de la presencia del Espíritu Santo y podemos estar con Él todos los días de nuestras vidas. Un día, nuestro gozo será completado cuando lo veamos cara a cara en la eternidad del cielo:
“¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (Ap 21:3, 4).
Estar cerca de Dios: ésa es la verdadera felicidad, y está a tu alcance, si tienes el coraje de tomar la mano que Jesús extiende hacia ti.