Contentamiento
En algún punto de nuestras vidas, la mayoría de nosotros llegamos a cierto punto crítico. Luego de dormir por la noche, levantarnos a la mañana, ir a trabajar, volver a casa y dormir otra vez, una pregunta nos aqueja:
¿Esto es todo?
¿Esto es todo lo que la vida ofrece? ¿La vida es esta rutina cansadora por la que pasamos una y otra vez? ¿Es posible que la vida sea sólo comer, beber, dormir, despertar y morir? Si es así, ¿cuál es el sentido de todo?
El año pasado, muchas personas llegaron a una conclusión con respecto a esta pregutna. La Organización Mundial de la Salud calcula que aproximadamente un millón de personas en el mundo mueren por suicidio, y los intentos de suicidio se han incrementado del 10 al 20 por ciento. En promedio, se produce un suicidio cada 40 segundos, y un intento de suicidio cada 3. El suicidio se ha convertido en uno de las tres grandes causas de muerte entre las personas de 15 a 34 años.
Inclusiva a los que no nos sentimos tendencias suicidas, la misma pregunta nos aqueja. ¿Cuál es el sentido de todo? ¿Existe algo en esta vida más allá del vacío de sobrevivir día a día? Si no, ¿para qué vivimos?
Cuando tenemos hambre físicamente, podemos ir al McDonald’s más cercano y comprar una hamburguesa y papas fritas. Cuando tenemos sed emocionalmente, podemos pasar un tiempo con amigos y familiares.
Pero cuando sentimos un vació en lo profundo de nuestras almas, ¿con qué lo podemos llenar?
Algunas personas tratan de llenar ese vacío centrándose en su carrera profesional. “Todo lo que necesito es un ascenso, o que me suban el salario. Entonces estaré satisfecho.” Pero aunque llegue la tan ansiada promoción o el incremento salarial, la satisfacción no parece llegar. “Pues bien, entonces trataré de ascender todavía más y quizá con eso pueda.” Y así se repite el ciclo.
Algunos recurren al psicoanálisis para tratar de llenar el vacío del alma. Pagan una cantidad de dinero enorme al psicoanalista para hablar sobre sus sentimientos. Pero al fin y al cabo, el terapeuta es también humano. Quizá pueda ser todo oídos, pero no puede llenar el vacío.
Otros buscan estímular sus sentidos entregándose al alcohol, al sexo, o a las drogas. Este comportamiento pueden proveer un sentimiento temporario de satisfacción, pero a la mañana siguiente el vacío es más grande aún. Esto resulta en un ciclo de autodestrucción, en un intento inútil de encontrar satisfacción.
Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:35-37).
Al decir “yo soy el pan de vida,” Jesús no quiso dijo “yo sé dónde puedes encontrar el pan de vida,” ni tampoco “yo les traigo el pan de vida.” Él dijo “yo soy el pan de vida” y es el único que puede llenar nuestro vacío. ¿Pero cómo?
Jesús dado la respuesta a los que estén dispuestos a aceptarlo. Con el ejemplo que dio a través de su vida y a través de sus palabras en la Biblia, Él nos dice lo que cada uno de nosotros necesita hacer:
1. Ser Bautizado en el nombre de Jesucrito para el perdón de los pecados.
2. Recibir el Espíritu Santo, que Cristo da como garantía de poder heredar el reino de Dios.
Una vez que estés realmente libre de las ataduras del pecado y revestido del poder del Espíritu Santo, tu vida cambiará. Es cierto que seguirás teniendo el mismo trabajo, la misma familia y la misma rutina, pero por dentro sentirás el agua viva llenando tu alma, satisfaciéndote día a día. Verás cómo el fruto del Espíritu marca una diferencia en tu vida, llenándola con amor, alegría y paz sin importar lo que pase a tu alrededor. Y en lugar de temer al fantasma de la muerte, puedes contemplar la eternidad de gozo pleno que te espera.