No me digas qué está bien y qué está mal
“No existe lo correcto o lo incorrecto.”
¿Alguna vez has dicho: “Eso no es justo.” o “Eso está mal.”? Si es así, entonces has empleado cierto estándar del bien y del mal. De hecho, es común que los seres humanos apelemos a ciertos estándares en nuestras vidas.
Si todas las acciones tuvieran el mismo peso moral, ¿qué sentido tendría el llevar una vida significativa? Nada de lo que hacemos tendría sentido si no existiera la moral.
“El bien y el mal son conceptos relativos.”
Tú podrías decir: “Todo es relativo”. Si todo es relativo, entonces la frase “todo es relativo” también sería relativa, ¿verdad? Al final de cuentas, la frase “todo es relativo” no suena tan lógica ni razonable como parece.
¿Cómo podemos determinar, entonces, lo que es importante o bueno? Para ello, necesitamos un estándar moral absoluto que nos ayude a decidir qué es bueno y qué es malo, y qué es correcto e incorrecto.
“No necesitamos a Dios para discernir el bien y el mal.”
¿Puede alguien decidir lo que es correcto o incorrecto por sí mismo? Imagina que estás delante de un semáforo y decides que la luz roja significa “avance” mientras que la verde significa “pare”. Acabas de establecer tu propia norma, pero ¿es esto correcto?
¿Puede la sociedad decidir lo que es correcto o incorrecto? A lo largo de la historia, las sociedades han permitido genocidios, masacres y guerras. Cuando condenamos estas y otras atrocidades, en realidad, estamos reconociendo que hay un estándar de la moral más alto que lo que la sociedad establece.
Los seres humanos somos falibles y es imposible que un ser falible tenga la capacidad de crear un estándar absoluto. Por eso, la moral debe provenir de una fuente viva y consciente, que se encuentra más allá de este mundo en constante cambio y habitado por seres imperfectos. Dios, nuestro creador, es esa fuente, y nos sostiene bajo sus normas eternas del bien y del mal.
“No restrinjas mi libertad.”
Imagina que eres un fumador. Sabes que es perjudicial para tu salud, pero a la vez te resulta difícil dejar de fumar. Imagina que al fin un día dejas el cigarrillo. En ese caso, ¿dirías que tu libertad fue restringida? ¿O creerías que por fin te libraste de un hábito nocivo y al fin puedes disfrutar de una vida saludable?
Dios nos muestra lo que está mal para evitar que les hagamos daño a los que nos rodean y a nosotros mismos. Dios nos muestra lo que está bien para que podamos vivir como sus hijos al máximo potencial. Cuanto más Dios nos ayude a ser como Él, más capaces seremos de hacer el bien que deseamos y rechazar el mal que aborrecemos. De esto se trata la salvación.
“La moral no es más que un montón de reglas.”
El bien y el mal no son simplemente un conjunto arbitrario de reglas. El bien y el mal definen nuestra relación con Dios y con las personas que nos rodean. Cuando somos incapaces de vivir según los estándares de la moral, nos sentimos mal con Dios y no estamos en paz con las personas.
Pero el problema es que no es posible vivir completamente a la altura de la perfección de Dios, y es por eso que Dios vino al mundo como Jesucristo para restablecer nuestra relación con Él. Si le encomendamos nuestras vidas a Dios, Él nos fortalecerá para que podamos andar en su verdad y su amor.
Conclusión
Dios vino al mundo como Jesucristo para ayudarnos a cambiar nuestra naturaleza, de manera que hacer el bien no sea más una restricción sino un placer. Dejar que Jesús tome parte en nuestras vidas nos ayudará a desarrollar una buena relación con nuestras familias, amigos, vecinos y, primordialmente, con Dios. Esta es la vida que Dios pretende para nosotros: una vida plena y feliz mientras anhelamos reunirnos con Él en el reino celestial para siempre.