A Dios no le importa cuando sufro
“Hay demasiado sufrimiento.”
Vivimos en un mundo imperfecto y muchas cosas simplemente están fuera de nuestro control. Tú puedes estar luchando contra una dolorosa enfermedad, hay asaltos en la calle, nuestros seres queridos pueden morir inesperadamente, ciertas familias lo pierden todo en algún terremoto, miles de niños mueren en la guerra, etc.
Nuestros sufrimientos hacen que cuestionemos el amor y poder de Dios. Pero en realidad, Dios sufre con nosotros cada vez que nos sentimos dolidos. Es más, Dios se ha ocupado de la raíz de nuestros sufrimientos.
“¿Por qué existe el sufrimiento?”
Hay dos causas por las cuales existe el sufrimiento: una física y una moral.
Por un lado, somos víctimas inocentes del mal físico. Por ejemplo, cuando te enfermas gravemente, sufres, pero no puedes culpar a nadie.
Por otro lado, somos agentes activos del mal moral. Esto puede sonar duro, pero se debe a que tenemos libre albedrío. Todos los días tenemos la libertad de tomar decisiones y podemos hacer algo mal. A veces somos nosotros los que pagamos las consecuencias, a veces son otros los que pagan las consecuencias.
A pesar de que nuestra conciencia nos dice que debemos hacer el bien, muchas veces la maldad nos vence. ¿Alguna vez sentiste rencor o te quisiste vengar de alguien que amas? A veces, simplemente no podemos evitarlo, por lo que añadimos más sufrimiento al mundo y no tenemos la capacidad de detenerlo. A pesar de que no podemos culpar a nadie individualmente por todo lo que está mal, la humanidad entera sufre a causa de este mal moral.
Pero, ¿por qué existe el mal físico y el mal moral? Porque nos hemos alejado de Dios. Sin la guía ni la protección de Dios, el mal prevalece en el mundo y en el corazón del hombre; es por eso que sufrimos.
Dios no hace nada al ver nuestro sufrimiento
En realidad, Dios ya hizo algo. Él vino al mundo como Jesús y sufrió las adversidades de la vida junto a nosotros. Pagó el precio más alto por la maldad humana en la cruz: la muerte y la completa ruptura con Dios.
Dios ha vencido al mal por medio de Jesucristo. Si creemos en Jesús, un día “[e]njugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor” (apocalipsis 21:4).
Incluso hoy, Dios puede darnos la misma victoria y ayudarnos a superar las amarguras de la vida. ¿Cómo sabemos esto? Porque Jesús resucitó. Si creemos en Jesús, nuestro viejo ser, débil y propenso a cometer errores morirá con Él y resucitaremos obteniendo una nueva vida. Entonces, ya no le temeremos al sufrimiento porque Jesucristo nos fortalece, nos consuela y nos da paz.
“¿Por qué Dios no acaba con mi sufrimiento?”
Puedes haber visto cómo algunos padres tratan de hacer que sus niños caminen por su propia cuenta. El bebé puede caer y llorar, y los padres naturalmente sienten pena por él. ¿Pero no es así cómo aprendemos a caminar?
A través de nuestro sufrimiento, Dios nos muestra la verdad de nuestra situación. Cuando nos damos cuenta de que necesitamos ayuda para alejarnos del mal de este mundo y de nuestras propias debilidades, es entonces que aprendemos a volver a Dios. Si le pedimos ayuda a Dios, Él nos socorrerá.
El sufrimiento es una parte triste de la vida, pero Dios puede transformarlo en algo bueno. Si creemos en Jesús, nuestros sufrimientos y problemas se volverán ligeros y momentáneos, “pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 corintios 4:17).
Conclusión
Jesús vino al mundo para ofrecerte un regalo: la verdadera paz y alegría en toda circunstancia y la verdadera esperanza en el reino celestial. El primer paso para aceptar este regalo es creer que Él hizo todo esto por ti. Pídele que perdone tus errores y que cambie tu forma de vivir. Si estás decidido a librarte del mal y el sufrimiento que causa, Jesús te mostrará cómo hacerlo.
Entonces, ¿cuál es tu decisión? ¿Permanecerás a la merced del mal, o seguirás a Dios, quien puede guiarte a través de los problemas hacia una paz duradera?
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. […] soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.” — Jesucristo